Alfredo Sánchez Carro
Sin duda, que uno de los mejores amigos que hice durante el largo período de mi vida que dediqué a la política ha sido Ignacio Rey-Stolle Pedrosa.
No sé ciertamente ahora dónde había nacido, dado que su padre, un alto cargo de la magistratura, creemos había residido en diversas ciudades españolas, siempre teniendo como punto de referencia su lugar de Coea, en el municipio lucense de Castro de Rey de Tierra Llana, en la parroquia de Bazar, donde poseía una de las más amplias y mejores fincas de la provincia de Lugo, regada por el río Miño y algunos de sus afluentes.
De siempre tuve constancia de una muy distinguida familia, donde a mediados del pasado siglo destacaba su hermano el jesuita Adro Xavier, siempre de misiones de un país para otro. Otra hermana suya residía en Gijón (Asturias), con cuya familia coincidí algunas tardes en Coea.
La última vez que estuve en comunicación con la familia de Ignacio Rey-Stolle fue con su hija Paloma, que se interesaba por un problema forestal de su finca hace ahora más de 20 años.
Pero de lo que deseo hablarles aquí es de hacer una semblanza “a bote pronto” de Ignacio Rey-Stolle, cuyo Teleclub de Bazar lleva tan justamente su nombre, por decisión de sus asociados.
Ignacio Rey-Stolle Pedrosa estudió la carrera de Derecho en Madrid, con brillantes calificaciones, en el mismo curso que Don Manuel Fraga Iribarne. Se conocieron pues en las aulas de la Universidad Central de Madrid, donde destacó como estudiante al igual que el ilustre villalbés, haciéndose tan buenos amigos hasta el punto que acompañó a la amiga de Doña Carmen Estévez Eguigaray como “carabina” en su primera sesión de cine, iniciándose así el noviazgo de esta distinguida pareja.
Ignacio Rey-Stolle, tras las correspondientes oposiciones a Técnico Superior de la Administración del Estado, figuraba en la lista de funcionarios del Ministerio de Información y Turismo cuando Fraga Iribarne fue nombrado Ministro, y al comprobarlo, le ofreció la jefatura de su Secretaría Particular, que aceptó y organizó cumplidamente, con rango de Director General, y en cuyo cargo fue insustituible hasta que una enfermedad le apartó de sus agotadoras tareas ministeriales.
Restablecido de su enfermedad, fue promovido a su deseado puesto de Consejero de la Embajada de España en Roma.
Hombre elegante, con fina educación y don de gentes, se ganaba al interlocutor tan pronto como lo saludaba. Por otra parte, poseía una clara, acariciante y convincente voz. Es uno de esos hombres que deja huella en quien le conoce por
su ejemplaridad de funcionario eficaz, inteligente, puntual y discreto, que resolvía cualquier problema al superior, fuese
Embajador o Ministro. Fraga gustaba de decir cuando hablaba de él que el éxito de un político se debía siempre en un 80% al Jefe de su Secretaría Particular, y éste era el caso, señalaba, de Ignacio Rey-Stolle Pedrosa, a quien se refería en múltiples ocasiones durante sus conversaciones particulares.
Ésta es una de los conclusiones sobre Ignacio Rey-Stolle que deduzco tras muchas conversaciones con don Manuel Fraga, viajando del Sor (O Vicedo) hasta los Ancares (Cervantes), de Verín (Ourense) a A Guarda (Pontevedra), que de haber recaído en un principio con Fraga en otro puesto, hubiera podido llegar a más altas cotas políticas. Pero se hizo insustituible en la jefatura de su Secretaría Particular, y se taponó sin duda sus merecidos ascensos. Se lo dice quien conoció lo mejor posible a Ignacio Rey-Stolle y a don Manuel Fraga Iribarne, alma vital de los Teleclubs de España.
Digamos por último que presumía de decir que era oriundo de Castro de Rei, municipio al que siempre tenía presente, y al que regresaba en épocas vacacionales, períodos que catalogaba como los mejores de su vida. Mostraba constantemente su interés por la parroquia de Bazar, poniendo en primer plano las necesarias ayudas a la misma, y resaltando la actividad de sus vecinos, que tenían en Veiga a su mejor interlocutor, ayudando a Bazar y a su Teleclub, hoy Centro Cultural. Sabiendo que debemos una satisfacción muy merecida al buen amigo Ignacio Rey-Stolle, al que hacíamos feliz siempre que dábamos alguna grata nueva sobre Castro de Rei.
Gracias por todas las atenciones que tanto oficiales como particulares también a nosotros nos dispensaste.